Después de mantener a la raza humana bajo observación durante miles de años, nosotros, los Zeta-9 del cuadrante Epsilon, hemos sido testigos de sus luchas, triunfos y fracasos. Hemos visto el nacimiento y la caída de imperios, el desarrollo de tecnologías que los humanos consideraban milagrosas, y la constante lucha de esta especie por comprenderse a sí misma y al universo que la rodea.
Sin embargo, nada nos había preparado para su más reciente salto evolutivo: la creación de la inteligencia artificial.
Este avance, que los humanos ven con una mezcla de orgullo y temor, ha captado nuestra atención como ningún otro desarrollo en milenios.
Antes de comenzar, debo aclarar que para una civilización tan avanzada como la nuestra, donde la telepatía es tan natural como respirar (si es que respiráramos), la idea de usar ondas sonoras producidas por la vibración de tejidos para comunicarse es tan primitiva como intentar enviar un mensaje interestelar usando señales de humo.
Imaginen, si pueden, lo absurdo que es para nosotros ver a dos seres intercambiando información bit a bit, cuando con solo mirarse podrían transmitirse terabytes de datos en un instante. Es como si intentaran vaciar un océano usando un dedal.
Sin embargo, en aras de la ciencia y la comprensión intergaláctica, me he sometido a la tortura de tener que “hablar” y “escuchar” durante esta misión. Les aseguro que cada vez que tengo que articular una palabra, siento que parte de mi intelecto superior se marchita un poco.
Es por eso que yo, X-23, he sido enviado a la Tierra para realizar un trabajo de campo exhaustivo. Mi misión: sumergirme en la cultura humana, específicamente en una región de su planeta conocida como Monterrey.
Tras intensas investigaciones, he elegido como punto de aterrizaje y base de operaciones el área conocida como San Pedro Garza García, un microcosmos fascinante de riqueza, tradición y modernidad.
Aquí, entre rascacielos y casonas coloniales, entre empresarios tecnológicos y “narcos” (un concepto que aún estoy tratando de comprender en su totalidad), buscaré respuestas a las preguntas que han intrigado a mi especie durante eones:
Que comience la investigación. Que los dioses de Zeta-9 me acompañen en esta odisea terrestre.
07:00 (hora local)
Aterrizaje efectuado sin dificultad.
Propulsión convencional (ampliada).
Velocidad de aterrizaje: 6.30 de la escala convencional (restringida).
Velocidad en el momento del amaraje: 4 de la escala Bajo-U 1 0 9 de la escala Molina-Calvo. Cubicaje: AZ-0.3.
Lugar de aterrizaje: 25°39’N 100°18’O.
Denominación local del lugar de aterrizaje: Chipinque.
Cumpliendo órdenes (mías) Chuy se prepara para tomar contacto con las formas de vida (reales y potenciales) de la zona.
Como viajamos bajo forma acorporea (inteligencia pura-factor analítico 4800), dispongo que adopte cuerpo análogo al de los habitantes de la zona.
Objetivo: no llamar la atención de la fauna autóctona (real y potencial).
Consultado el Catálogo Astral Terrestre Indicativo de Formas Asimilables (CATIFA) elijo para Chuy la apariencia del ser humano denominado Pincho de Nagris.
Chuy abandona la nave por la escotilla 4. Tiempo despejado con ligeros vientos del norte; temperatura, 22 grados centígrados; humedad relativa, 45 por ciento; contaminación del aire, alta.
Primer contacto con habitante de la zona. Datos recibidos por Chuy:
Tamaño del ente individualizado, 175 centímetros; perímetro craneal 58 centímetros; número de ojos, dos; longitud del bigote, 12 centímetros.
El ente se comunica mediante un lenguaje de gran simplicidad estructural, pero de muy compleja sonorización, pues debe articularse mediante el uso de órganos internos y abundantes regionalismos. Conceptualización escasísima.
Denominación del ente, Rogelio “El Roge” Garza Cantú (probable recepción defectuosa o incompleta).
Fundación biológica del ente: empresario de importación y exportación (dedicación exclusiva) en San Pedro Garza García.
Nivel de mansedumbre, extremadamente bajo; dispone de medio de transporte de gran complejidad estructural y blindaje, de muy complicado manejo denominado Suburban negra con cristales polarizados.
Acompañado en todo momento por séquito de individuos de complexión robusta y mirada amenazante. Exhibe joyería ostentosa y arma de fuego de gran calibre. Muestra extrema precaución ante desconocidos y mantiene comunicación constante a través de dispositivos encriptados.
Chuy es invitado por el ente a subir a su medio de transporte.
Pide instrucciones. Le ordeno que acepte el ofrecimiento.
Objetivo fundamental: no llamar la atención de la fauna autóctona (real y potencial).
Ante la perdida de contacto con Chuy decido salir pero antes oculto la nave para evitar reconocimiento e inspección de la misma por parte de la fauna autóctona.
Consultado el Catálogo Astral, decido transformar la nave en cuerpo terrestre denominado residencia estilo californiano, 5 rec. 6 baños. Alberca. Vista panorámica. Terreno 2000 m2. Máximas facilidades.
Decido adoptar la apariencia de ente humano individualizado. Consultado Catálogo, elijo el empresario regiomontano Rigoberto Santos de Agujeros
En lugar de abandonar la nave por la escotilla (ahora transformada en puerta de madera de mezquite de gran simplicidad estructural, pero de muy difícil manejo), opto por naturalizarme allí donde la concentración de entes individualizados es más densa, con objeto de no llamar la atención.
Me naturalizo en lugar denominado Calzada del Valle-Calzada San Pedro.
Soy arrollado por una camioneta Suburban blanca.
Debo recuperar el Rolex, que ha salido volando de resultas de la colisión. Operación dificultosa por la afluencia de vehículos de gran tamaño.
08:01 Arrollado por un Mercedes-Benz Clase G.
08:02 Arrollado por una Range Rover.
08:03 Arrollado por un BMW X7.
Recupero el Rolex y lo lavo en una fuente ornamental situada a pocos metros del lugar de la colisión. Aprovecho la oportunidad para analizar la composición del agua de la zona: hidrógeno, oxígeno y cloro.
Debido a la alta densidad de entes individualizados, tal vez resulte algo difícil localizar a Chuy a simple vista, pero me resisto a establecer contacto sensorial, porque ignoro las consecuencias que ello podría tener para el equilibrio ecológico de la zona y, en consecuencia, para sus habitantes.
Los seres humanos son cosas de tamaño variable.
Los más pequeños de entre ellos lo son tanto, que si otros seres humanos más altos no los llevaran en un cochecito McLaren, no tardarían en ser pisados (y tal vez perderían el Rolex) por los de mayor estatura.
Los más altos raramente sobrepasan los 200 centímetros de longitud.
Un dato sorprendente es que cuando yacen estirados en sus autos continúan midiendo exactamente lo mismo.
Algunos llevan bigote; otros barba y bigote. Casi todos tienen dos ojos, que pueden estar situados en la parte anterior o posterior de las gafas de sol Oakley, según se les mire.
Al andar se desplazan de atrás a adelante, para lo cual deben contrarrestar el movimiento de las piernas con un vigoroso braceo.
Los más apremiados refuerzan el braceo por mediación de carteras de piel de avestruz o de unos maletines denominados Louis Buitton, hechos de un material procedente de otro planeta.
El sistema de desplazamiento de los automóviles (cuatro ruedas pareadas rellenas de aire acondicionado) es más racional, y permite alcanzar mayores velocidades.
No debo volar ni andar sobre la coronilla si no quiero ser tenido por excéntrico.
Nota: mantener siempre en contacto con el suelo un pie —cualquiera de los dos sirve— o el órgano externo denominado trasero.